Diógenes y el cinismo.

Historias detrás de las obras de arte.

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Diógenes (1860). Jean-Léon Gérôme.

Esta obra es una de las representaciones más conocida de uno de los filósofos más sencillos, admirables y con los que uno más se encariña: Diógenes (412/323 a.C.), el principal representante de la escuela de los filósofos cínicos.

Por cínico, hoy pensamos en alguien que es un descarado, que no tiene pudor al mentir o al tener una actitud deshonesta. Pero el significados en lo que hace a la filosofía es otro, curioso por cierto: “cínico” viene de “can”, perro, y los filósofos llamados cínicos son los que eligen vivir como los perros. Consideran que la felicidad sólo puede alcanzarse a través de una vida simple y acorde con la naturaleza.

Por eso mismo, Diógenes es recordado por vivir en un barril de arcilla o tinaja, “liberado” de cualquier riqueza o preocupación material. El hombre es más libre y más feliz en cuanto menos necesidades tiene, en cuanto menos cosas desea.

Esta escuela de pensamiento ha sido creada por Antístenes, que a su vez es discípulo de Sócrates quien, paseando una vez por el mercado, se dice que exclamó “¡Cuántas cosas que no necesito!”.

Gérôme, prestigioso pintor y escultor de academicismo, representa a Diógenes en su barril y rodeado de perros callejeros. Pero agrega un detalle: un farol encendido en pleno día. Es el farol encendido con el que camina por las calles de Atenas, de día, diciendo que busca un hombre honesto.

Volviendo al sentido que se le da hoy al término “cínico”, esa distorsión que se fue dando proviene originalmente de la consideración que se tenía de los filósofos cínicos como “desvergonzados” (la diferencia es que eran desvergonzados en sus actitudes mayoritariamente positivas, cuando decían una gran verdad, y eso fue deformando hacia el ser desvergonzado en actitudes deshonestas o diciendo una gran mentira).

La falta de pudor es característica en innumerables anécdotas que se cuentan de Diógenes, por lo general tan provocativas como de un humor filoso. La más famosas de esas anécdotas, la que ejemplifica la manera de ser del cínico y la que termina de pintar a Diógenes como un ser admirable, es la que se relata sobre su encuentro con Alejando Magno, en Corinto.

Pensemos que Alejandro Magno es una de las personas más poderosas del mundo, y se convertirá en uno de los más grandes conquistadores de la historia. Éste se acerca al harapiento Diógenes, famoso por su sabiduría, su modo de vida y sus provocaciones, con intención de conocerlo y de presentarle sus respetos. Es así como le pregunta si necesita algo, y desee lo que desee él se lo dará.

Ésa no es una pregunta ideal para hacerle a un auténtico cínico. Y Diógenes le responde en consecuencia: “Que te corras de sol, que me lo tapas”.

El comentario de Alejandro a sus acompañantes también se ha hecho famoso (lo cuenta Plutarco en Vidas paralelas); “Si no fuera Alejandro, de buen grado sería Diógenes”.