Las tentaciones de san Antonio
Historias detrás de las obras de arte
Las tentaciones de san Antonio (h. 1501). El Bosco
Tantos pintores han representado a este santo siendo tentado por el Diablo, que nos hacemos dos preguntas fundamentales: “¿Quién es san Antonio?” y “¿por qué lo tienta el Diablo?”.
San Antonio vive en Egipto (cuando Egipto es parte del Imperio Romano), entre el 251 y 356 d.C. Y es considerado el primer ermitaño y fundador del movimiento eremítico (el movimiento de los ermitaños).
¿Qué es un ermitaño? Alguien que se retira a un lugar desértico, para llevar una vida solitaria y desprendida de todo confort material, en busca de una vida austera que lo lleve a la perfección moral y espíritual (por extensión, hoy se lle llama así a los solitarios).
Cuando tiene unos 20 años de edad, Antonio vende todas sus posesiones, regala el dinero obtenido a los pobres, y se retira a vivir a una cueva sepulcral (una cueva que hace las veces de sepulcro, donde se dejan los muertos).
Otros empiezan a seguir su ejemplo, y durante mucho tiempo Antonio será un guía para otros ermitaños, para que otros encuentren esa vida espiritual perfecta lejos del mundo material. Y luego se irá internando más y más en el desierto.
Pero Antonio no está solo nunca: cuanto más se aleja de los hombres, más se puebla su desierto de demonios. Es que el Diablo se ha dado cuenta de la magnitud de lo que está propiciando Antonio (y que obviamente va contra sus intereses), y le envía emisarios todo el tiempo, intentando que éste se tiente con placeres terrenales y se quiebre su espiritualidad, se corra del sendero de la santidad, y así su ejemplo ya no se convierta en un ejemplo maravilloso para toda la humanidad.
Las tentaciones se presentan ante Antonio de innumerables maneras. El astuto espíritu del Mal adquiere las más sutiles y disparatadas formas.
Formas que, como podemos imaginar, ni seducirán, ni asustarán ni lograrán engañar el alma pura de Antonio. Pero que se convertirán en un banquete para la imaginación infinita de El Bosco.
Una fiesta de imaginación que nos deja pensando: pensamos en nuestra vida y en nuestro mundo (creamos o no creamos en santidades y demonios), un mundo que está lleno de infinitas tentaciones con las más variadas formas. Un mundo donde, si deseamos rechazar (por cualquier tipo de convicción) esas tentaciones, intentará quebrarnos haciéndonos sentir marginales, raros, excéntricos, ridículos, perdedores. Haciéndonos sentir ermitaños en el desierto.
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1 comentario
Ana Velázquez barrera · 23 noviembre, 2019 a las 5:21 pm
Me gustó mucho