El Juicio Final
Historias detrás de las obras de arte
El Juicio Final o El Juicio Universal (1537/1541). Miguel Ángel
Miguel Ángel pinta El Juicio Final 25 años después del techo de la Capilla Sixtina. La anatomía de las figuras pasa a ser monumental, desmedida, exageradamente poderosa, reflejando la idea de “divinidad” de la belleza del cuerpo humano.
Si la pintura renacentista se caracteriza por la serenidad y la búsqueda rigurosa de las proporciones, Miguel Ángel en esta obra tiende al dramatismo y la espectacularidad, con esos cuerpos desmesurados y en posturas especialmente forzadas (escorzos complicados y figuras serpentinatas -retorcidas). Podemos decir que es una obra manierista, con una “teatralidad” que nos anticipa el Barroco (observemos la gestualidad del Cristo enojado separando a los justos de los pecadores).
Miguel Ángel, El Divino, el genio de la pintura al que no le gusta pintar y dice que no es pintor, hace culto al cuerpo desnudo. Sin embargo, eso resulta algo difícil de digerir para la Iglesia de la época.
Cuando el artista ya ha realizado más de las tres cuartas partes de la obra, que le lleva años, es visitado por el Papa Pablo III y el maestro de ceremonias del Vaticano, Biagio da Cesena, quien se escandaliza por los desnudos. Éste acusa a la obra de ser una obra para decorar un prostíbulo o una taberna y no la Capilla Sixtina.
El Papa deja a Miguel Ángel continuar, pero el artista tiene un carácter complicado y Biaggio da Cesena lo ha fastidiado, ofendido, algo que no pasará por alto.
Cuando pinta la entrada al Infierno, Miguel Ángel pinta al juez del Infierno Minos con el rostro de Biagio da Cesena, al que le agrega unas orejas de burro y una serpiente enroscada a su cuerpo y mordiéndole los genitales.
El prelado pide desesperadamente al Papa que intervenga, ante semejante humillación. Y el Papa le responde con un exquisito sentido del humor: “Querido hijo mío, si el pintor te hubiese puesto en el Purgatorio, podría sacarte pues hasta allí llega mi poder. Pero estás en el Infierno y ahí no tengo autoridad”.
Más de una década después, en 1564, se dispone en el Concilio de Trento que los desnudos sean cubiertos con “paños de pureza”. La tarea se encomienda a Daniele da Volterra, que a partir de ese momento deberá cargar con el apodo de “Il Braghettone” (que quiere decir algo así como “el que se dedica a los calzones”).
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2 comentarios
Pily Basualdo · 19 octubre, 2019 a las 7:35 am
Espectacular! Una dicha haber podido conocer semejante belleza!
Graciela · 30 mayo, 2019 a las 7:28 am
Que interesante relato, uno más de los tantos qué hay sobre la obra de Miguel Ángel, un genio.