El panajedrez de Xul Solar.
Historias detrás de las obras de arte.
El panajedrez de Xul Solar y la creación divina como un juego.
Un artista es alguien que reinterpreta el mundo, o lo reinventa, o crea uno totalmente nuevo. Y la fuerza creativa de Xul Solar es tan arrolladora, que él no sólo crea un mundo a través de sus pinturas, sino que además crea lenguas, mitologías, astrologías. Y, como si fuera poco, también crea un juego que es el juego de todos los juegos, una metáfora de la vida en la que jugar es ser una especie de dios de uno mismo.
Un dios jugando a crear un universo y a crearse a sí mismo.
Xul Solar trabaja 7 años en la invención del panajedrez (allá por los años 30). Un juego cuyas piezas están elaboradas a partir de palos de escoba, y donde se combinan signos (de la panlengua que también creó Xul), para generar palabras, dibujos y música. Hay también piezas equivalente a las del ajedrez, otras piezas fantásticas, colores, planetas, constelaciones del zodíaco.
Con los colores, con las palabras y con los acordes musicales se crea poesía, se resuelven ecuaciones y se inventa un destino en un tablero que no tiene ni principio ni fin. Y es entonces cuando cada jugador se va “encontrando” o “creando” a sí mismo.
El panajedrez (“pan” es un prefijo de origen griego que significa “todo” o “totalidad”, por eso el panajedrez es “el ajedrez total”) es el juego cuyas reglas incluso han mutado, cambiado, se han enriquecido todo el tiempo según la voluntad de Xul Solar.
Jorge Luis Borges, amigo de Xul, nos da la imagen del artista explicando su juego: “A medida que explicaba el juego, Xul comprendía que su pensamiento ya había dejado atrás lo que explicaba, es decir que al explicarlo iba a su vez enriqueciéndolo y por eso creo que nunca llegué a entenderlo, porque él mismo se daba cuenta de que lo que él decía ya era anticuado y siempre lo cambiaba o agregaba otra cosa”.
La creatividad, ya sea para crear un universo o cuando somos dioses creadores de nosotros mismos y de nuestro destino, tiene sus reglas. Reglas que, al avanzar la obra y al enriquecerse el artista, puede ser muy bueno cambiar.
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